Connexión ciclable y peatonal entre Barcelona y Esplugues
Las infraestructuras viarias que atraviesan nuestro territorio fueron diseñadas sin dejar espacio para los flujos más blandos como el peatón o la bici. Y al mismo tiempo que acortaban distancias entre núcleos urbanos se convirtieron paradójicamente en murallas infranqueables. Hasta el punto que en mi memoria tengo asociada la imagen de entrada a una gran ciudad con el marco de la ventanilla de un coche.
Hasta no hace mucho la conexión entre Esplugues y Barcelona era para el peatón una barrera infranqueable formada por el nudo viario de la B-20 y la B-23. Era la imagen arquetípica de lo periurbano: espacio de tránsito, de flujo, que asociamos con el “no-lugar” de Marc Augé.
La propuesta de BatlleiRoig es un camino para bicicletas y peatones que serpentea, se convierte a veces en puente, otras en túnel, para conseguir cruzar la infraestructura y permitir un paseo antes impensable. Un micro-urbanismo que multiplica sus efectos más allá de su escala, y nos hace entrever un futuro posible en el que se replantee a nivel global la movilidad metropolitana. En el que la rigidez de las infraestructuras actuales dejen paso a la fluidez y ligereza del caminante.